Curarnos una herida es algo de lo más habitual a lo que todos estamos acostumbrados. Sin embargo, a la hora de tratar la lesión podemos cometer ciertos errores que, al final, solo provocan empeorar o retrasar la cicatrización.
Cuántas heridas habremos sufrido a lo largo de nuestra vida. Si no es un corte, es un arañazo o un rasguño, pero lo cierto es que nuestra piel debe lidiar constantemente con este tipo de lesiones, que, en la mayoría de las ocasiones son leves y no suponen mayor problema. Debido a la frecuencia de su aparición, a priori podemos pensar que sabemos perfectamente qué hacer en estos casos, pero lo cierto es que podemos cometer errores que hasta ahora pensábamos que no lo eran.
Soplar la herida es un acto casi reflejo que hacemos para rebajar el dolor o la quemazón que nos produce. Sin embargo, a pesar de esa sensación de alivio momentáneo, especialmente cuando aplicamos agua o algún tipo de antiséptico, se trata de una práctica que los expertos no recomiendan para nada.
“La capa de piel que nos protege está más vulnerable que nunca y nuestra boca contiene bacterias que pueden favorecer la aparición de una infección local en la piel, llegando incluso a tener que aplicar un tratamiento oral”, subraya Pedro Soriano, enfermero, más conocido en redes sociales como Enfermero en Red.
Aunque, en principio, se debe valorar de qué tipo de lesión se trata para así proceder de una determinada forma, de forma general, “las heridas no curan o cicatrizan más rápido al aire libre”, afirma José Manuel Cuervo Menéndez, enfermero del SAMU-Asturias y miembro del Grupo de Urgencias y Emergencias de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).
El especialista señala que existe la creencia de que las heridas que permanecen descubiertas para que les dé el aire o el sol se secarán antes, disminuyendo el tiempo de cicatrización. “Hoy día se sabe que esto solo aumenta la posibilidad de contaminación y, por tanto, el riesgo de infección. Además, el tejido de cicatrización requiere de un balance adecuado de humedad para que las células encargadas de producir el colágeno y los demás componentes de la piel trabajen adecuadamente”, detalla el experto.
Por ello, cubrir la lesión con un apósito adecuado ayudará a mantener la temperatura y la humedad requeridas para una correcta cicatrización. Asimismo, Cuervo advierte de que la exposición al sol no es conveniente, “pues puede producir inflamación de la herida y una posterior pigmentación de la piel”.
Tanto el alcohol como el agua oxigenada cuentan con un buen poder desinfectante. Sin embargo, no siempre son las mejores opciones para tratar según qué heridas. En este sentido, Soriano destaca que si se tratan de lesiones abiertas, como un corte, “están desaconsejados ambos productos por su nivel de corrosión, que puede irritar e, incluso, favorecer la aparición de coágulos que impiden limpiar bien la zona completa de bacterias”.
Además de la formación de coágulos que permiten la colonización de las bacterias supervivientes, Cuervo agrega que el alcohol sobre heridas abiertas destruye las membranas celulares y reseca la piel. Por eso, aconseja su uso como antiséptico sobre la piel intacta.
Dependiendo del tejido, situación y persona se indicará qué antiséptico será el más idóneo para cada ocasión. “Aquellos basados en povidona yodada o clorhexidina son los los que mejores características pueden presentar a la hora de tratar una alta carga biológica en una herida y para tratar lesiones agudas”, declara David Pérez Barreno, presidente de la Asociación Española de Enfermería Vascular y Heridas (AEEVH).
El especialista recuerda, no obstante, que hay que ser consciente de que cualquier acción referida a la atención de la enfermedad se basa en una relación de riesgo-beneficio. “Los antisépticos son sustancias químicas que pueden llegar a dañar el tejido mediante exposición continuada. Por ello, solo deberemos usarlos en el caso de que evidenciemos una alta carga bacteriana en la herida que estemos tratando. Para el resto de lesiones, un lavado con suero debería ser más que suficiente”, recomienda.
Además, Pérez insiste en que una parte imprescindible del tratamiento “debe ser la higiene y la retirada del material desvitalizado para que la cicatrización se realice en las mejores condiciones posibles”.
Ese escozor que sentimos en la lesión forma parte del proceso de cicatrización, consistente en el crecimiento y reconstrucción del tejido dañado. Sin embargo, no siempre esa picazón implica que la herida está sanando.
“Si bien es cierto que en las etapas finales de la curación puede producirse un proceso de contracción para que los bordes de la herida logren juntarse, dando lugar a una sensación de tirantez y picor, en muchos casos puede ser un signo de infección, sobre todo si se acompaña de mal olor, inflamación y enrojecimiento”, alerta Cuervo.
Tal y como apunta Pérez, las postillas son el resultado de la cicatrización primaria, están formadas por restos de plaquetas, fibrina y glóbulos rojos que se acumulan para detener el sangrado producido por la lesión, y que se secan sobre la herida. Así, se forma una costra que realiza una función protectora, dificultando que los microorganismos puedan alcanzar la lesión.
“Por ello, las postillas no se deben tocar ni mucho menos retirar, ya que dejaríamos expuesta de nuevo la lesión a merced de los microorganismos. La cicatriz resultante puede ser mucho mayor de lo deseable y producirá un peor resultado estético, ya que provocaremos un nuevo estado inflamatorio cada vez que la retiremos”, declara el especialista, quien agrega que el único momento en el que será conveniente retirar una postilla será cuando se evidencie que, bajo la misma, hay un hueco en el que se está generando pus: “Esta será justificación suficiente para quitarla y eliminar los microorganismos que estén ocasionando el problema”.
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