Dicen en el sector turístico que este año presenta buenas expectativas para recuperar el nivel prepandémico, continuando la tendencia iniciada ya en 2022; por tanto, seguro que más de un lector está proyectando sus vacaciones, bien las de verano, bien las de Semana Santa. Sea cual sea el plan, hay cosas que resultan indispensables en cualquier equipaje y una de ellas es el vestuario adecuado. Como es previsible que éste se haya incrementado últimamente, gracias a los regalos de Reyes, las rebajas de enero o los descuentos ropa que ofertan algunos comercios, habrá que empezar a hacer la maleta por ahí.
Obviamente, la cosa cambia según el período elegido para viajar. Este año la Semana Santa cae tarde, en abril, lo que no es óbice para que muchos vayan buscando el ansiado manto blanco de la nieve. El turismo de esquí es un clásico de esa época y, aunque todavía no se puede saber con seguridad cómo estarán las pistas para entonces, más vale ir reservando por si luego no hay sitio; las plazas son más limitadas que en una playa, evidentemente.
Si se elige el extranjero, por ejemplo, las estaciones de Grandvalira y Vallnord, en Andorra, ofrecen 210 y 93 kilómetros de pistas respectivamente, incluyendo algunos dedicados al skimo (esquí de alta montaña). Por su parte, en los Alpes franceses están Val-Thorens, Alpes es Tignes y Les Deux Alpes, el primero con 600 kilómetros de pistas -la mayoría por encima de los 2.000 metros de cota-, el segundo con la mitad y el tercero con el atractivo extra de su gran desnivel. Cabe añadir que en los tres casos se completa la propuesta esquiadora con otras actividades de nieve, caso de paseos en trineo, tirolina, buceo bajo hielo, etc.
Ahora bien, Si se prefiere lo clásico y el suelo nacional, ahí está el Pirineo español, donde proponemos dos opciones: la archiconocida Baqueira-Beret, con sus 120 pistas que suman 150 kilómetros esquiables, y Formigal-Panticosa, con 180. Por supuesto, hay más: Cerler, Candanchú, La Molina, Boí Taüll, Masella, etc. En caso de decantarse por Sierra Nevada, la que es la estación a mayor altitud de la península (3.3000 metros) acredita 110 kilómetros para practicar el deporte en cuestión. Eso sí, sin olvidar otros muchos rincones de España, como los del Sistema Central (Valdesquí, La Pinilla…), los del Ibérico (Valdezcaray, Javalambre…) o los del Cantábrico (San Isidro, Valgrande-Pajares, Alto Campoo…).
Sea cual sea el destino final, aparte del material deportivo -que no es indispensable porque puede alquilarse in situ-, hay que acordarse de llevar ropa térmica interior, ropa de abrigo exterior, complementos (gorro, guantes, pasamontañas, orejeras, braga para el cuello), gafas protectoras anti-ventisca, gafas de sol, crema solar y protector de labios. Estos últimos elementos no son una broma; la nieve refleja los rayos solares como si se tratase de un espejo y puede producir en la cara quemaduras similares a las de la playa.
Playa, palabras mayores; el sueño del resto del año; el plan por excelencia para el verano. Dado lo que decíamos al principio, antes de que empiecen a subir los precios conviene ir mirando con tiempo los posibles destinos y éstos pueden ser tan variados o más. Al parecer, este 2023 va a primar el turismo nacional sobre el extranjero, con preferencia por desplazamientos no muy largos debido a los costes de combustible. Hay sitios que ya podemos considerar clásicos, como Baleares (no sólo Mallorca sino también la menos frecuentada Menorca y la más fiestera Ibiza) y Canarias (donde ente las islas clásicas -Tenerife, Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura- se les suma La Palma por aquello del atractivo del volcán).
Pero todo el litoral mediterráneo puede considerarse un gran centro vacacional; allí se suceden la Costa Brava, la Costa del Sol, la Costa Blanca, la Costa Dorada y la Costa Cálida, con playas muy conocidas como Lloret de Mar, Benidorm, La Manga del Mar Menor, Roquetas, Benalmádena, Bolonia, El Portil, Zahara de los Atunes, Tossa de Mar, etc. Incluso es posible pasar la frontera portuguesa y disfrutar del Algarve, con Faro y Albufeira cada vez más demandadas y de momento aún asequibles.
También aquí conviene hacer una lista de lo que hay que meter en la maleta, desde el bañador y toalla (si es de microfibra ocupa menos ) a gafas de sol y protectores solares, pasando por un buen surtido de camisas y camisetas, gorra o sombrero, calzado cómodo y fresco, chanclas para piscina y/o arena… No está de más incluir un chubasquero porque a veces el tiempo nos la juega. Y, dependiendo de lo que se piense hacer, quizá sea necesario añadir zapatillas deportivas, botas de montaña o un buen libro. El verano también es el momento de los mosquitos, lo que hace aconsejable un repelente y algo para aliviar las picaduras.
Comunes a cualquier viaje son los ya imprescindibles cargadores para los dispositivos móviles (especialmente si usamos éstos para los billetes electrónicos de aviones y trenes); la cámara (si no basta la del teléfono); un botiquín básico con tiritas, gasa, antihistamínico, analgésico y antiinflamatorio (si hay niños de por medio tendrá que llevar más cosas, claro); los documentos (DNI, pasaporte, permiso de conducir, tarjeta sanitaria -y la europea si se va fuera-, póliza del seguro de viaje); el neceser con cepillo, pasta, peine y otros útiles de aseo; y una mochila pequeña -preferentemente impermeable- que puede ayudar mucho en el día a día.
La lista de cosas puede agrandarse o reducirse en función de los días y las necesidades de cada uno. Esperemos que este año podamos disfrutar plenamente de nuestro viaje sin que haga falta incluir mascarillas ni certificados de vacunación.
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