Uno de esos libros que llegaron a revolucionar mi vida tiene a un hombre en la portada con dos tiras de cinta adhesiva en la boca formando una cruz.Aparece sonriente, bien peinado y con el cuello de lo que promete ser una elegante camisa.Es una de esas capas que no dejan que un libro pase desapercibido, aunque seguro que la estadounidense Rebecca Solnit no pretendía silenciar a ningún hombre cuando escribió Los hombres me explican las cosas.El autor pretendía apelar a la escucha activa señalando una práctica tan improbable como común: los hombres nos explican cosas que ya sabemos.continuamenteIncluso cuando tenemos un mayor grado de conocimiento sobre el tema.Incluso cuando se lo hacemos saber.Incluso cuando la diferencia de control sobre el tema raya en lo obsceno.“Algunos hombres”, insiste Solnit, de una manera, en mi opinión, excesiva, porque el fenómeno, sean más o menos, nos afecta a todos.Y por eso, muchos, cuando se enteran, ni se callan ni se echan atrás.La cita del programa Primeras citas que se hizo viral estos días es un claro ejemplo de esa mansplaining.Un joven de buena apariencia (según el canon que aplicaría cualquier portero de discoteca), declaradamente cultivado en las buenas costumbres de la vida, interroga ante las cámaras de televisión al médico con el que le tocaba cenar, que es negro y vestido de una manera más informal, y celebra sus respuestas correctas con la condescendencia de un profesor en prácticas a una chica de secundaria."Muy beeeeen"."¿Como qué realmente bien? Si tengo una carrera", responde ella, molesta.“No hace falta tener una carrera para saber eso, con estar metido en el mundo del fitness…” espeta, sin ocultar su firme pretensión de estar siempre en la cima.Me gustaría decir que la viralidad del video convirtió a ese señor en un meme, pero lamentablemente lo que representa es mucho más que eso.Me recordó el día en que intentaron convencerme de que Arnaldo Otegi había puesto la bomba de Hipercor, llegando incluso a buscarlo en Wikipedia porque mi trabajo de fin de curso sobre el tratamiento informativo de los atentados de ETA no fue suficiente.La visita del periodista jubilado que empezó a explicarme paso a paso cómo escribir una noticia asumiendo que yo era el becario.A todas las mujeres con las que he hablado sobre esta pesadilla de la que ni siquiera los presidentes se deshacen y las amables sonrisas que forzamos a diario mientras fantaseamos con una cruz de cinta adhesiva.Suscríbete a nuestro boletín.Regístrate gratis y recibirás una selección de nuestros artículos para que sepas lo que está pasando.